Anteayer, 1 de mayo, hizo un año que Dharma se rompió un dedo de la
pata delantera derecha. El veterinario de urgencias lo vendó y
aconsejó reposo y tranquilidad.
Ayer, 2 de mayo, hizo un año que recibí una llamada de Lidia. Ella
sabía que queríamos acoger, y me llamó y me dijo "Tenemos una perra
que está en acogida pero tiene que salir de allí debido a unos
problemas personales de la chica que la tiene ahora. Se llama Harry,
es muy buena y puede vivir con gatos. No te sientas presionado,
háblalo con Esther y me decís algo". Y yo lo hablé, y mi Esther, que
es un trozo de pan, dijo que sí, y llamé a Lidia y la cosa se puso en
marcha.
Hoy, 3 de mayo, hace un año que Lidia aparcó el coche (el de Jordi,
si recuerdo bien) detrás del Eroski. Llovía, así que Lidia esperaba en
la calle y una perra negra con carita de miedo hacía lo propio en el
asiento trasero del coche. Lidia la sacó, me puso la cadena en la mano
(no llevaba collar de seguridad...), y "Harry" y yo nos fuimos a dar
un paseo bajo la lluvia. La perra se mostró recelosa pero, viéndolo
con la perspectiva de quien ya la conoce, extrañamente tranquila. A la
media hora ya había decidido llamarla Carrie, para no liarla mucho y
por la referencia a Stephen King, que sabía que a Esther le haría
gracia.
Menudo año. No sé ni por dónde empezar. Ha habido algunos momentos
malos, muchísimos buenos, unos pocos agridulces. Los que recuerdo así,
a bote pronto:
- Lo primero, Dharma no consiguió el reposo y la tranquilidad que le
aconsejaron, así que un mes y medio después hubo que quitarle
definitivamente el vendaje sin que el hueso se hubiese soldado, y
dejar que la naturaleza siguiese su curso. Supongo que tener una
hermana que, cuando os quedáis solas, se pone a dar saltos y a
morderte para provocarte a jugar no es la mejor forma de hacer reposo.
- A los cuatro días de tenerla, Carrie se soltó del collar (sí, el que
no era de seguridad) y salió corriendo detrás de un gato. Eso, a unos
cincuenta /metros de la rotonda del Eroski. Por suerte el gato fue más
listo que ella y se subió a un árbol, y ella, chica buena que es en el
fondo, después de dar dos o tres vueltas rápidas se quedó quietecita y
me dejó ponerle el collar. Todavía se me acelera el corazón cuando me
acuerdo. Naturalmente, a partir de ese momento y hasta que llegó el
nuevo collar, Dharma salió con el inseguro y Carrie con el de
seguridad, por si las moscas.
- A los pocos meses de llegar, durante un chequeo, descubrimos que
tiene una lesión cardíaca (un fallo de una válvula). Por suerte es
asintomática, y aparte de darle un suplemento con Omega-3, no hay nada
más que hacer, excepto ecocardiogramas periódicos para controlar la
evolución.
- La primera vez que intenté darle un beso en la cabeza se dio tal
susto que salió corriendo a la terraza; suerte que la puerta estaba
abierta, porque habría salido igualmente aunque estuviese cerrada.
- El día que salí unos segundos del pipican de Can Mercadé (es enorme,
y las llevo a correr) para intentar coger un perro perdido que rondaba
por allí, y Carrie se asustó tanto ante la idea de que yo me fuera que
saltó la valla sin pensárselo. Dharma, más sensata, se quedó dentro
mirándonos con cara de pena.
- La vez que aprovechó que estábamos fuera y pilló una bolsa con caca
de gato (limpiamos las bandejas diariamente, pero solo tiramos la caca
cada dos o tres días, así que la acumulo en una bolsa) que estaba en
un sitio presuntamente "inaccesible". Olvidé lo largos y listos que
son. Cuando llegamos a casa, había llevado la bolsa al salón, la había
reventado sobre el sofá, y se había comido todo el contenido (calculo
que al menos había medio kilo de cacas). Lógicamente, le había sentado
mal, así que vomitó una parte en mitad del salón, y otra sobre nuestra
CAMA. Imaginad lo agradable que es encontrarse un charco de vómito de
excrementos sobre tu colcha... La saqué a la calle, y allí se sentó
(es la única vez que he visto a un perro vomitar sentado) y echó el
resto. Im-presionante. Mi veterinario se rió mucho mientras me
recetaba el Dontral Plus para el control antiparasitario.
- La tarde que se meó sobre nuestra cama (sí, parece que cuando se
siente mal se va a la cama), y lo terminó de arreglar meándose de
nuevo en el mismo puñetero sitio a la mañana siguiente. Dos lavadoras
de sábanas en menos de doce horas :-)
- Las muchas veces que vuelve del parque con heridas, ninguna grave
pero algunas aparatosas, por jugar a lo bruto. En lo que va de año
(sí, en 2011) ya ha pasado dos periodos de tres semanas sin poder
correr esperando a que cicatrizasen los tajos que se hace. Raquel, la
veterinaria, aconsejó la última vez cambiarle el antibiótico para que
no desarrolle resistencias; con eso lo digo todo...
- Las anchoas del Cantábrico que les pispó a Jordi y Lidia mientras
hacían de niñeras cuando me fui a Vélez-Málaga.
- La primera vez que se acercó a mi mano, y la primera vez que aguantó
sin bajarse del sofá al sentarme yo en él.
- La primera vez que se subió al sofá habiendo otra persona... Nunca
le perdonaré que no fuese ni con Esther ni conmigo, sino con un amigo
de visita... :-)
- El desconsuelo de Dharma cuando llevamos a Carrie a esterilizarla, y
¡NOS LA DEJAMOS ALLÍ, PAPÁ! y su alegría cuando volvió.
- El viaje a Francia en agosto, y en particular, la pobre Carrie
empapada y temblando como una hoja bajo el toldo de un bar justo
enfrente de Notre Dame.
- Un señor del parque, bastante voluminoso, por el que simultáneamente
parece sentir miedo y atracción, así que le ladra y le menea la cola,
pero sin acercarse. Tengo la teoría de que le recuerda a su dueño
original, para lo bueno y para lo malo.
- Los lametones a Leo, y el pánico absoluto a Fibi.
- La forma en que duerme por las noches, sola en el sofá, totalmente
boca arriba, con las patas apoyadas en el respaldo y la cabeza
colgando por el borde.
- El modo en el que ha aprendido a jugar al despiste a ver si consigue
pillar la comida de los gatos cuando yo no miro.
- Aquella ocasión en que se nos tiró un gato encima en la calle y las
dos perras no sabían cómo quitarse de enmedio de miedo que tenían (y
yo, que llevaba sandalias).
- Los meses que pasé debatiéndome conmigo mismo, o mejor dicho,
convenciéndome de lo que ya sabía de antemano, hasta decidirme a hacer
oficial que se quedaba con nosotros.
Sobre todo, lo más increíble ha sido ver el cambio. Con Dharma no se
nota, porque Dharma es muy sociable y casi no tiene miedos y ya llegó
perfectamente capaz de relacionarse con cualquiera. Pero Carrie ha
evolucionado muchísimo, y aunque yo no diría que ahora confíe
plenamente (creo que eso le costará años), ya no es aquel manojo de
nervios y miedos que llegó el primer día. Ahora se relaciona con otros
perros (a lo bruto), y con la gente siempre que sea ella quien tome la
iniciativa. Sigue habiendo mucho camino por andar: todavía se lleva la
comida aparte si hay gente cerca, y cuando la abrazo lo aguanta
resignada pero con gesto intranquilo. Los movimientos bruscos la
asustan, y las peleas de los gatos también.
En resumen, no la cambiaría por nada del mundo. No voy a decir que la
quiera más que a Dharma (o a Nero, Fibi, Leo, Tara o Pusik), porque
esto no es "La decisión de Sophie"; cada uno es especial de una forma
distinta. Pero no puedo negar que me despierta una ternura que ninguno
de los otros puede igualar. Es mi negrilla, mi comecacas, mi señorita
Carrie Fisher. Mi vida es tanto más grande porque Carrie esté en
ella...
pata delantera derecha. El veterinario de urgencias lo vendó y
aconsejó reposo y tranquilidad.
Ayer, 2 de mayo, hizo un año que recibí una llamada de Lidia. Ella
sabía que queríamos acoger, y me llamó y me dijo "Tenemos una perra
que está en acogida pero tiene que salir de allí debido a unos
problemas personales de la chica que la tiene ahora. Se llama Harry,
es muy buena y puede vivir con gatos. No te sientas presionado,
háblalo con Esther y me decís algo". Y yo lo hablé, y mi Esther, que
es un trozo de pan, dijo que sí, y llamé a Lidia y la cosa se puso en
marcha.
Hoy, 3 de mayo, hace un año que Lidia aparcó el coche (el de Jordi,
si recuerdo bien) detrás del Eroski. Llovía, así que Lidia esperaba en
la calle y una perra negra con carita de miedo hacía lo propio en el
asiento trasero del coche. Lidia la sacó, me puso la cadena en la mano
(no llevaba collar de seguridad...), y "Harry" y yo nos fuimos a dar
un paseo bajo la lluvia. La perra se mostró recelosa pero, viéndolo
con la perspectiva de quien ya la conoce, extrañamente tranquila. A la
media hora ya había decidido llamarla Carrie, para no liarla mucho y
por la referencia a Stephen King, que sabía que a Esther le haría
gracia.
Menudo año. No sé ni por dónde empezar. Ha habido algunos momentos
malos, muchísimos buenos, unos pocos agridulces. Los que recuerdo así,
a bote pronto:
- Lo primero, Dharma no consiguió el reposo y la tranquilidad que le
aconsejaron, así que un mes y medio después hubo que quitarle
definitivamente el vendaje sin que el hueso se hubiese soldado, y
dejar que la naturaleza siguiese su curso. Supongo que tener una
hermana que, cuando os quedáis solas, se pone a dar saltos y a
morderte para provocarte a jugar no es la mejor forma de hacer reposo.
- A los cuatro días de tenerla, Carrie se soltó del collar (sí, el que
no era de seguridad) y salió corriendo detrás de un gato. Eso, a unos
cincuenta /metros de la rotonda del Eroski. Por suerte el gato fue más
listo que ella y se subió a un árbol, y ella, chica buena que es en el
fondo, después de dar dos o tres vueltas rápidas se quedó quietecita y
me dejó ponerle el collar. Todavía se me acelera el corazón cuando me
acuerdo. Naturalmente, a partir de ese momento y hasta que llegó el
nuevo collar, Dharma salió con el inseguro y Carrie con el de
seguridad, por si las moscas.
- A los pocos meses de llegar, durante un chequeo, descubrimos que
tiene una lesión cardíaca (un fallo de una válvula). Por suerte es
asintomática, y aparte de darle un suplemento con Omega-3, no hay nada
más que hacer, excepto ecocardiogramas periódicos para controlar la
evolución.
- La primera vez que intenté darle un beso en la cabeza se dio tal
susto que salió corriendo a la terraza; suerte que la puerta estaba
abierta, porque habría salido igualmente aunque estuviese cerrada.
- El día que salí unos segundos del pipican de Can Mercadé (es enorme,
y las llevo a correr) para intentar coger un perro perdido que rondaba
por allí, y Carrie se asustó tanto ante la idea de que yo me fuera que
saltó la valla sin pensárselo. Dharma, más sensata, se quedó dentro
mirándonos con cara de pena.
- La vez que aprovechó que estábamos fuera y pilló una bolsa con caca
de gato (limpiamos las bandejas diariamente, pero solo tiramos la caca
cada dos o tres días, así que la acumulo en una bolsa) que estaba en
un sitio presuntamente "inaccesible". Olvidé lo largos y listos que
son. Cuando llegamos a casa, había llevado la bolsa al salón, la había
reventado sobre el sofá, y se había comido todo el contenido (calculo
que al menos había medio kilo de cacas). Lógicamente, le había sentado
mal, así que vomitó una parte en mitad del salón, y otra sobre nuestra
CAMA. Imaginad lo agradable que es encontrarse un charco de vómito de
excrementos sobre tu colcha... La saqué a la calle, y allí se sentó
(es la única vez que he visto a un perro vomitar sentado) y echó el
resto. Im-presionante. Mi veterinario se rió mucho mientras me
recetaba el Dontral Plus para el control antiparasitario.
- La tarde que se meó sobre nuestra cama (sí, parece que cuando se
siente mal se va a la cama), y lo terminó de arreglar meándose de
nuevo en el mismo puñetero sitio a la mañana siguiente. Dos lavadoras
de sábanas en menos de doce horas :-)
- Las muchas veces que vuelve del parque con heridas, ninguna grave
pero algunas aparatosas, por jugar a lo bruto. En lo que va de año
(sí, en 2011) ya ha pasado dos periodos de tres semanas sin poder
correr esperando a que cicatrizasen los tajos que se hace. Raquel, la
veterinaria, aconsejó la última vez cambiarle el antibiótico para que
no desarrolle resistencias; con eso lo digo todo...
- Las anchoas del Cantábrico que les pispó a Jordi y Lidia mientras
hacían de niñeras cuando me fui a Vélez-Málaga.
- La primera vez que se acercó a mi mano, y la primera vez que aguantó
sin bajarse del sofá al sentarme yo en él.
- La primera vez que se subió al sofá habiendo otra persona... Nunca
le perdonaré que no fuese ni con Esther ni conmigo, sino con un amigo
de visita... :-)
- El desconsuelo de Dharma cuando llevamos a Carrie a esterilizarla, y
¡NOS LA DEJAMOS ALLÍ, PAPÁ! y su alegría cuando volvió.
- El viaje a Francia en agosto, y en particular, la pobre Carrie
empapada y temblando como una hoja bajo el toldo de un bar justo
enfrente de Notre Dame.
- Un señor del parque, bastante voluminoso, por el que simultáneamente
parece sentir miedo y atracción, así que le ladra y le menea la cola,
pero sin acercarse. Tengo la teoría de que le recuerda a su dueño
original, para lo bueno y para lo malo.
- Los lametones a Leo, y el pánico absoluto a Fibi.
- La forma en que duerme por las noches, sola en el sofá, totalmente
boca arriba, con las patas apoyadas en el respaldo y la cabeza
colgando por el borde.
- El modo en el que ha aprendido a jugar al despiste a ver si consigue
pillar la comida de los gatos cuando yo no miro.
- Aquella ocasión en que se nos tiró un gato encima en la calle y las
dos perras no sabían cómo quitarse de enmedio de miedo que tenían (y
yo, que llevaba sandalias).
- Los meses que pasé debatiéndome conmigo mismo, o mejor dicho,
convenciéndome de lo que ya sabía de antemano, hasta decidirme a hacer
oficial que se quedaba con nosotros.
Sobre todo, lo más increíble ha sido ver el cambio. Con Dharma no se
nota, porque Dharma es muy sociable y casi no tiene miedos y ya llegó
perfectamente capaz de relacionarse con cualquiera. Pero Carrie ha
evolucionado muchísimo, y aunque yo no diría que ahora confíe
plenamente (creo que eso le costará años), ya no es aquel manojo de
nervios y miedos que llegó el primer día. Ahora se relaciona con otros
perros (a lo bruto), y con la gente siempre que sea ella quien tome la
iniciativa. Sigue habiendo mucho camino por andar: todavía se lleva la
comida aparte si hay gente cerca, y cuando la abrazo lo aguanta
resignada pero con gesto intranquilo. Los movimientos bruscos la
asustan, y las peleas de los gatos también.
En resumen, no la cambiaría por nada del mundo. No voy a decir que la
quiera más que a Dharma (o a Nero, Fibi, Leo, Tara o Pusik), porque
esto no es "La decisión de Sophie"; cada uno es especial de una forma
distinta. Pero no puedo negar que me despierta una ternura que ninguno
de los otros puede igualar. Es mi negrilla, mi comecacas, mi señorita
Carrie Fisher. Mi vida es tanto más grande porque Carrie esté en
ella...
Juanma
8 comentarios:
Felicidades Juanma y Carrie... Cómo me he reído aunque seguramente no fuere del todo tu intención a describir minuciosamente todo este tiempo a su lado, pero no puedo por más que sentirme muy muy solidarizada contigo en tantas cosas... y sensaciones!!! Enhorabuena y Feliz Galgocumpleaños!
Preciosa narración Juanma. Conozco estos sentimientos, estas dudas de que sabes que quieres, pero no......, hasta que al final acabas dándote la razón, y eso de que les quieres a todos, pero alguno, no sabes porque, te inspira una ternura especial. Creo, que me ha pasado algo semejante, pero..... ¡más de una vez!. Felicidades por el aniversario!
Me ha hecho mucha gracia al leerlo. Tambien hemos pasado algo parecido con la nuestra podenca y tenemos los mismos sentimientos al verla. Provoca esas ternuras especiales incluso cuando ves las trastadas que habia hecho. Porque siempre me recuerdo cómo llego a nuestra casa llena de temor. Así que mando un fuerte abrazo a tí y a todos los que comparten esos mismos sentimientos.
Nos ha pasado algo parecido con la nuestra podenca. Cada trastada que hace yo le grito a mi marido ¨Mira lo que ha hecho tu podenquita !!!¨, pero al mismo momento me llenan esas ternuras especiales diferentes a las que siento por mi galga, porque me recuerdo siempre cómo llegó a nuestra casa llena de temor. Así que mando un abrazo fuerte a ti y a todos los que comparten esos sentimientos.
Nos pasó algo parecido con la nuestra podenca. Un monton de destrosos. Dando gritos al cielo y al mismo tienpo me llena de esa extraña ternura diferente a la que siento por la otra galga nuestra porque me acuerdo de cómo llegó a nuestra casa llena de temor. Apenas se movia de su rincón. Así que mando un fuerte abrazo a ti y a todos los que sienten las mismas ternulas.
Sí!! Me pasa lo mismo que a ti cuando veo a mi podenca totalmente suerta haciendo trastadas. Doy gritos al cielo pero al mismo tiempo me llena de esa ternula especial porque siempre me recuerdo cómo llegó a nuestra casa llena de temor sin moverse de su rincón. Así que mando un fuerte abrazo a ti y a todos los que sienten la misma ternula.
Me ha encantado! Me recuerda mucho a nuestro primer año con Nefer, podenca canaria más o menos igual que un galgo. Ella es menos asustadiza pero las caras que ponía cuando la abrazaba al principio eran un poema! Ahora lo aguanta pero no es que le encante, ejej, pero que se aguante que ahora es una perra de casa y no de caza!
Felicidades por un trabajo tan bien hecho y con tanto amor.
Carmen
Y esperamos festejar muchos años más junto con tu enorme, bien cuidada y linda familia...
Nunca olvidaré lo bien que acogistéis a mi Luso y lo que él quiere (o tienen obsesión) a Carrie.. su negrita de caramelo.
:-)
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